sábado, 4 de abril de 2020

Cuarentena #1



Madre mía, hace un mes que no actualizo, y eso que he tenido tiempo a hacerlo desde que comenzó la cuarentena. A ver por donde empiezo...

Bien, comenzaré por que se confirma que soy gafe. Habíamos comprado unos billetes de avión en diciembre del año pasado para pasarnos la Semana Santa mis amigas y yo en casa de nuestra amiga de Alemania y se tuvo que cancelar todo por culpa de, nada más y nada menos, que una pandemia. Era mi primer viaje en avión y me hacía una ilusión tremenda no sólo ver a nuestra amiga y su familia y visitar Alemania, sino también la experiencia de volar. Me pinchan y no sangro.

Menos mal que en casa de momento va todo bien en lo que respecta a la salud, porque el resto del pueblo, mejor ni comentarlo, es de película de terror. Mis emociones son una montaña rusa, a veces estoy animada, a veces en un charco de detritus. Soy incapaz de concentrarme en mi única obligación ahora mismo que es estudiar la asignatura que tengo ahora. Tampoco me pongo a hacer otras cosas más productivas como leer o escribir porque debería de estar estudiando y me sentiría culpable. En fin...

Mi crisis existencial se acentúa. Casi prefiero como estoy ahora, metida en casa, que tener que volver  (en realidad no le he dejado del todo ni mucho menos, pero bueno) a una vida que no me gusta. Quisiera poder refugiarme en la naturaleza para poder volver a encontrarme, si aún es posible. Quiero saber quien soy, cómo soy en realidad y qué hacer con mi vida. Volver a la naturaleza, ese medio que hace escasos meses repudiaba alabando las bondades de la urbe, para obtener la paz y la calma que tanto necesito. Para reflexionar, para perdonarme, para volver a empezar e incluso para olvidar. 

¿Olvidar el qué? Pues no lo sé. Todavía tengo ese "algo" que me reconcome las entrañas, un sentimiento con mayúsculas, como nunca antes había tenido, que es una verdad absoluta fundamentada sobre una fantasía. No debería permitirme sentir algo así, no una persona como yo que soy dada a desear imposibles. Pero los imposibles pueden convertirse en reales si se pone empeño en ello. No es el caso de esto, que sí es imposible por naturaleza, ya que no depende de mi voluntad.

Debería de evitar todo contacto con eso que me causa ese sentimiento tan estremecedor. Pero como la droga, soy adicta a ello, a pesar de que evito la mayor exposición, y privarme a mí misma de algo que me hace tan feliz a la vez que me hace sumamente desgraciada, me traería mucha tristeza. Sería una derrota no ya tácita, sino claramente expresa, palpable. Toda lucha, todo esfuerzo por hacerme mejor y más digna de ello, dejaría de tener sentido.

Hay otro temor, que es el de convertirme en un ser repugnante, cruel y egoísta que desprecie a lo que siempre ha estado sosteniéndome, a lo que siempre estará para mí. Me siento muy culpable porque mis acciones pueden perjudicar muchísimo al resto. Y tal vez el saberme segura de que tengo esto es un mensaje de la vida para que me deje de fantasías y me conforme con lo que ya tengo, porque es lo que me corresponde, ni más ni menos. Aunque me pase el resto de mi vida amargada viviendo lo que no quiero vivir. Pero es lo que se espera de mí. Tal vez deba sacrificarme.

Así estoy ahora, recibiendo señales y sincronicidades que cualquiera diría que el universo me está abriendo el camino y que todo depende de si quiero yo dar los pasos necesarios o no, y a la vez recibiendo bofetones de realidad, de ideales que son imposibles de alcanzar. Si me quedo quieta, nada cambiará, pero si me muevo todo puede seguir igual o incluso peor. Y no tengo ni idea de qué hacer.


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