Llevo un par de días con ganas de poner esto por escrito y es hoy cuando me siento con fuerzas para hacerlo. Puede que, a priori parezca una nimiedad. Eso depende muchas veces del carácter de cada persona y de la importancia que le dé a cada cosa. Cada punto de vista de una situación es muy respetable, yo sólo voy a explicar cómo lo he vivido en primera persona, cómo me he sentido, y por qué.
Tal como dije en esta entrada mi gimnasio habitual cerró y me decidí firmemente a comenzar a ir a uno en Oviedo. Continuar con la rutina de ejercicio era algo importante para mí, pues no sólo me aportaba beneficios físicos (fortaleza, resistencia, etc.) sino también psicológicos. Pues bien, este lunes me puse como tarea apuntarme a uno. Estaba teniendo un día horrible de ánimo, me sentía triste (supongo que por el tiempo). No estaba en mi mejor momento, sinceramente.
Me apunté y disfruté mucho volver a hacer ejercicio, pero había cosas con las que no me sentía cómoda: a diferencia de mi anterior gimnasio de pueblo, éste estaba lleno (cosa natural y a la que una se puede aclimatar); el tener que cargar, además de con el bolso de clase, con la mochila, lo cual es un engorro enorme a la hora de viajar en transporte público; pero sobre todo, lo que más me fastidió es el hecho de tener que cronometrarme al extremo porque si no, podría perder el autobús a casa, y teniendo en cuenta que quería hacer ejercicio para desestresarme, el estar tan pendiente del reloj lo que hacía era crisparme. A parte, todo era nuevo para mí y me sentí muy perdida.
Pero luego, ocurrió lo que hizo inclinar la balanza definitivamente hacia un lado. En ésas estaba cuando, por una mezcla de desorientación, nerviosismo y el hecho de ser novata y no conocer el sitio aún, cometí el "grandísimo error" de cambiarme de ropa en el único retrete que había (el otro estaba estropeado). Ahí estaba yo cuando comienzo a escuchar unas "señoras" increpándome porque me estuviese cambiando en el baño, que era una sinvergüenza, y a decirme auténticas barbaridades tan fuertes que me da vergüenza reproducir aquí, todo eso mientras aporreaban la puerta ignorando mis respuestas de "ocupado". Barbaridades que daban a entender que yo tenía miedo a ser víctima de un delito grave (lo dedujeron por mi encierro en el retrete), y todo esto a gritos y en presencia del resto de mujeres que estaban en el vestuario en ese momento.
Fui una víctima de bulling, lo cual, reconozco, no es excusa para no tratar de superarlo. De hecho no sólo estoy en ello sino que, dado que desde que terminé el instututo no lo sufrí más, no estoy acostumbrada a que se me veje de esa manera. Por eso, no acerté a responder acorde con lo que me habían dicho, a defenderme, a recriminarles las aberraciones de las que me hicieron objeto sin conocerme, sin mirarme a la cara. Lo único a lo que atiné fue a decir educadamente, mientras salía más roja que un tomate de la vergüenza, "lo siento, es mi primer día", a lo cual me respondieron ásperamente.
Como decía, fui una víctima de bulling (de lo cual hablaré largo y tendido, pero en otro post) y esta situación repugnante me hizo revivir todos los miedos y las injusticias que sufrí durante mi infancia y juventud, y con más fuerza debido al bajísimo estado de ánimo que estaba sufriendo ese día. Y entonces me dí más cuenta que nunca cómo se puede hacer un daño tan enorme a una persona sin mostrar la más mínima empatía ni educación, con el mayor desprecio del mundo hacia los sentimientos y la dignidad de esa persona, y sin importarle en absoluto si a esa persona le va a importar poco, o como en mi caso, está pasando un mal momento en su vida y esto le puede afectar enormemente.
La consecuencia de esto fue el pasarme la noche entera llorando, de frustración por verme incapaz a responderles como se merecían; y de rabia porque, mientras yo estaba rota, ellas estarían durmiendo tranquilamente. Y yo me pregunto: ¿Y si yo hubiese sido una persona con una depresión grave y me provocan una crisis, que no vuelva a salir de casa o incluso algo peor? ¿Y si fuese una víctima del delito grave que nombraron y me hiciesen rememorar todo el sufrimiento que la comisión de ese delito conlleva para las víctimas? Todas las aberraciones que salieron de sus bocas podrían haber tenido consecuencias incluso peores que las que tuvieron conmigo sólo por tener ganas de hacer pis y estar ocupado el baño.
Todo esto me lleva a reflexionar. Esta semana puede que, las mismas "señoras" que se conchavaron para humillarme vilmente sin conocer nada de mí, enarbolen pancartas y banderas de feminismo, apoyo a las mujeres y conciencia de género. Todo eso quedará precioso en las fotografías y en los discursos, pero mientras yo, una mujer como ellas, me pasé una noche entera llorando por su culpa. Y eso a ellas les va a dar igual, no se disculparán, ni me dirán "hermana, yo sí te creo", sino que se mantendrán en su posición de que sólo ellas tienen razón, porque yo soy una mujer débil y ellas son las abejas reinas empoderadas, ellas tienen razón ("la razón") y yo no. Serán más hipócritas que solidarias, pero esto es lo que no se ve de la crueldad femenina, Y cuando las vea marchar por las calles sabré que todo es postureo y yo no podré evitar sentir repulsión.
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