¡Hola, querido blog! Ya era hora de que volviésemos a vernos. He estado muy ocupada durante la cuarentena, y es ahora cuando, en teoría, tengo tiempo al fin para poder escribir. Y no sólo eso: también sacar fotografías, leer, ver documentales... En definitiva, todo eso de lo que me moría de ganas por hacer y que no podía por culpa de mis obligaciones.
Hace poco estuve pensando en algo a lo que en su momento no le dí importancia pero que con el tiempo me he dado cuenta de que sí la tiene, y mucho. Los gurús del blogging siempre le dan mucha importancia a que, cuando lanzas un blog, debes de definir a tu público objetivo. Es lo que ellos denominan "buffer persona". Significa que estás buscando que un determinado grupo de personas, con unas determinadas características (edad, sexo, aficiones, cultura, etc.) entre a tu blog porque lo encuentre útil y/o interesante para ellos.
Yo desde el principio tuve claro que mi blog y mi cuenta de Instagram estarían dirigidos a mujeres jóvenes a las que les gusta la estética vintage y campestre y que buscase tener un estilo de vida sencillo y en contacto con lo natural. En el blog no tengo ningún problema con esto porque apenas recibo visitas. Pero resulta que, en muchas ocasiones, a mi Instagram llegaban hombres los cuáles me daban muchísimos likes o me comenzaban a seguir. Y no eran chicos a los que les gustase la fotografía precisamente. Eran hombres mayores que, sinceramente, no pintaban nada siguiendo una cuenta de florecitas y lazos de encaje.
Esos hombres estaba claro que me seguían porque querían "babosear" mis fotos. Así es como me sentía yo: observada por hombres en la cincuentena o sesentena cuyas fotografías mostraban coches deportivos o a ellos mismos tomando copas en pubs de moda. Cada vez que uno de estos "caza-jovencitas" me comienza a seguir me siento incómoda y violentada. Así pues, desde hace tiempo, cada vez que esto pasa, le doy al botón de "eliminar" y problema resuelto.
La última vez que ocurrió algo de este tipo fue la semana pasada. Resulta que en Instagram quiero que me sigan mujeres jóvenes, pero en Twitter, como sigo cuentas de divulgación histórica o de misterio, es muy frecuente que me sigan hombres adultos. Hasta aquí todo normal, con esto no tengo ningún problema, pero uno de éstos me daba "me gusta" indiscriminadamente a todos mis tweets, y en un momento dado compartí el enlace a mi cuenta de Instagram. Este individuo me siguió ahí también, así que yo hice la operación de rutina: lo busqué en mi lista de seguidores y lo eliminé. Bueno, pues he aquí la sorpresa de que me volvió a seguir. Harta ya de tanta insistencia, lo bloqueé sin miramientos. Lo siguiente que hizo ya me dejó trastocada: el individuo me envió un mensaje directo en Twitter diciéndome que me había comenzado a seguir en Instagram pero que no le aparecía, que si había algún problema. Huelga decir que lo ignoré por completo.
Creo que si no pongo freno a tiempo con estos comportamientos, se puede salir de madre y acabar con más Juanolos y príncipes del desierto diciéndome lo bella que soy de lo que podría soportar, y acabaría aborreciendo Instagram. Quiero evitar a toda costa lo que pasa en la cuenta de una chica inglesa que sigo: la muchacha sube fotos muy bonitas de sus vestidos y sus jardines, pero a veces también de su lencería. Cuando hace esto último, la imagen se llena de "me gusta" y comentarios de señores de mediana edad expresando su entusiasmo mediante emoticonos de llamas.
O no se da cuenta de ello, o bien está encantada de gustar tanto al público masculino, pero es una pena que una cuenta tan bonita como la suya esté llena de pervertidos. Y lo dicho, parece no importarle, pero a mí eso me mataría. Es increíble la diferencia entre cómo yo trato de alejarme de esa situación lo buenamente posible (a costa de tener 120 escasos seguidores) y lo que parece que ella se ha buscado al no bloquear selectivamente a todos esos buitres. Yo lo tengo claro: mi cuenta seguirá libre de cantamañanas buscando seducir inocentes muchachas. Que se busquen a otra presa, que conmigo no hay likes que valgan.
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