Es curioso cómo una cree que se conoce a sí misma en base a determinados prejuicios, y cómo estos se caen por su propio peso cuando la vida te hace vivir situaciones límite. Es lo que me ha pasado a mí durante esta crisis sanitaria en la que se nos obligó a confinarnos en nuestras casas.
Yo antes estaba empeñada en que era una urbanita. Me había pasado toda la infancia y pubertad sufriendo los abusos de gente simplona e intolerante que, a mi juicio, no existiría (o no existirían tantos) en una ciudad. Ya se sabe lo que dice el refrán: "pueblo pequeño, infierno grande". Eso es lo que supuso para mí mi pueblo: un verdadero infierno.